La bobe y el zeide se reían en idish
…y la bobe y el zeide se reían en idish, y siguieron hablando muy mal castellano: tras más de cincuenta años en la Argentina seguían diciendo “hacer una vuelta” por dar una vuelta…Boinas tardes, dormotorio, postigo, por testigo, joives, venían de un país que era Alemania cuando llegaban los alemanes, Rusia cuando llegaban los rusos, Polonia cuando llegaban los polacos, y Lituania en los breves lapsos en que nadie los invadía. Su idioma natal era una mezcla de todos ellos.
Pero reírse, se reían en un idish claro, inconfundible, cristalino y contagioso. Se reían de sí mismos, aplicándose sobrenombres intraducibles que hacían públicos sus defectos para quien entendiera idish, destacaban sus ruidos al respirar, su hambre eterna, su incontenible gula, sus papelones. Llamaban shnorer al que agarra de más, shvitzer al que transpira por tramposo, Petlura recordando el apellido de un general lituano antisemita y genocida, a los que eran malvados.
Del lunfardo porteño traducían clavo, literalmente tchvok para quien no les pagara algo; los grine: verdes, eran los dólares; un shtekn: palo, era un millón de pesos. El idish es, el lunfardo del lunfardo, la risa escondida. Para ellos, para mi también, culo, no es lo mismo que tujes, al igual que mis hijas que con todos sus amigos se saludaban, no con el boludo, liso y llano, sino diciéndose: hola pots, ellos se saludaban todos así, judíos y no judíos: hola pots…aún lo siguen haciendo.
También le tocaba a las abuelas…mi mamá, la abuela de mis hijas, fue siempre la bobe, era la bobe de todos ellos porque suena diferente en idish, como diferente suena una persona chismosa a una iajne…y el famoso oy oy oy de todas las bobes no era una queja, sino una opinión política, un texto de filosofía o la síntesis de toda una vida.
Cuando eran invitados a comer siempre se despedían llevándose un paquetito, un pecale, y por supuesto se pedía la receta. Receta que después hacían a su modo, con los elementos que disponían y luego sentenciaban diciendo que porquería que resultó. Claro que si esa comida llevaba 6 huevos ponían dos, si llevaba 200 grs. de azúcar, ponían 100 y así reducían todos los ingredientes cada uno de acuerdo a lo que su bolsillo le posibilitaba. Comían en castellano, pero se reían en idish. Decían: éramos tan pobres que un día ayunábamos lácteos y otro día ayunábamos carne. Que digan lo que quieran: nos faltaba de todo pero hambre nunca nos faltaba.
Mas allá de plumas de humoristas célebres como Sholem Aleijem, su libro best seller, escrito en 1899, la novela: “Tevie el lechero” que se conoció como comedia musical con el nombre de: “El violinista en el tejado”, millones de judíos de Europa Central y Oriental y sus descendientes en Estado Unidos, Argentina, Israel y otros muchos países, se rieron en idish durante centenares de años. Scholem Aleijem solía decir “lajn iz guezunt, doktoirim heisn lajn” (reír es saludable, los médicos recomiendan reír). En el mes de noviembre del año 2001, fue emplazado su busto en" El jardín de los poetas " en los parques del Rosedal de Palermo, por resolución del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
Eliahu Toker, también se expresa sobre el idish diciendo que: “es un país de la palabra sin territorio, ejército ni policía”. Es, me animo a agregar, el idioma de un pueblo que se ríe de sus carencias y de sus creencias.
Nos reímos de nosotros mismos y para dejar mejor ejemplificado aquí puedo agregar un par de chistes tales como el que cuenta que Cohen, recién llegado a la Argentina va en busca de trabajo. Se pone sus mejores galas, en realidad lo único que tenía. Cuando lo entrevistan en una empresa le preguntan: - y dígame Sr. Cohen, acá dice que hace muy poco llegó al país. ¿Ud. entiende español como para obtener este empleo? - Y…si lo pronuncian en idish, por supuesto.
Hay centenares de cuentos, historias y chismes sobre las madres judías, y quiero dejarles unas instrucciones para la comprensión y respeto de una madre judía pero antes y para entrarlos en el tema les agrego algunas de estas historias pero…quiero antes que nada asegurarles: todas son exageradas!! Un hombre llama a su madre y le pregunta como estás mamele (mamita)? -Débil. Hace cuarenta días que no como… --Como!!! ¿Qué hace cuarenta días que no comes?!!! Qué te pasó???????? -Nada, no quería contestarte con la boca llena por si me llamabas.
De igual modo la caracteriza esta otra habladuría: una madre le regala a su hijo dos corbatas, él se pone una el viernes para el shabat (sábado) y al llegar a la casa de su madre para festejar el día más importante de cada semana, ella lo mira y le pregunta: maine kind (hijo mío) no te gustó la otra? Y por último y antes de pasar a las instrucciones anunciadas: ¿saben Uds. la diferencia entre una madre italiana y una madre judía? La italiana le dice a su hijo: “come o te mato y la judía le dice: come o me moiro.”
Lo dice Schussheim: “el humor judío no es un hecho humorístico, sino una preciosa herramienta de supervivencia” .
Instrucciones para la comprensión y respeto de una madre judía
- Cuando una madre judía tiene frío, todos deben abrigarse.
- Si ella tiene hambre, todos deben comer.
- Si ella tiene miedo, todos deben temblar.
- Si ella se angustia es porque lo que está pasando es terrible.
- Si ella se despierta temprano, es hora de levantarse.
- Si ella está cansada y quiere dormir, todos deben acostarse.
- Si un hijo se resfría, ella estornuda.
- Si un hijo tiene fiebre, ella se pone el termómetro y transpira.
- Si una hija está pariendo, ella puja.
La sacra mater judía es doble y se disocia así:
Dentro de la casa: se golpea el pecho porque está descontenta con sus hijos y se los dice.
Fuera de la casa: saca pecho porque está muy orgullosa de esos mismos hijos y se lo dice a todo el mundo.
Plegaria matutina que cada día, la mater Judea repite al amanecer:
"Gracias Dios mío por haberme convertido en madre.
Sufro, sufro, sufro. Luego, si tengo tiempo, veré si existo. Amén".
Con las madres judías no se juega. Se sufre.
Tanto es que se conoce esta característica que hace ver a la madre judía (idishemames) como una madre demandante y sufrida que en el libro de Rudy y Eliahu Toker: “El pueblo elegido y otros chistes judíos” encontramos un chiste especial para este tema:
Sarita y Rebeca se encuentran el club y Sarita le pregunta:
-¿cuantos hijos tenés?
-ninguno
-no entiendo. ¿con qué te hacés mala sangre, entonces?